La atención
es una función de la percepción que actúa como filtro, dando prioridad a cierta
información mientras otra es ignorada. De acuerdo a las distintas situaciones de un partido, se
producen constantes demandas atencionales, y por lo tanto, es fundamental que el
jugador sea capaz de cambiar y alternar continuamente su foco de atención.
Algunos jugadores poseen la capacidad de concentrarse, otros tienen dificultad
para elegir la información apropiada, y se dispersan.
Ante momentos de presión, el
deportista quiere evitar todo tipo de peligro que interfiera en su juego. Esta
tensión, produce una amplitud de su campo atencional, dejando filtrar lo que “tiene
que hacer “, como asimismo, lo que “no quiere hacer”. Ante tanta información,
la mente se satura, se bloquea, entra en
confusión, ya que es imposible dar respuesta, a todos los estímulos que se
presentan en un momento dado.
Para una adecuada toma de
decisiones, el jugador, debe estar atento a los estímulos más importantes de su
juego. Esto es posible gracias a la
atención selectiva, mecanismo de procesamiento de la información que
permite focalizarse en lo importante, dejando de lado lo irrelevante a la situación
de juego.
Pero también existe lo que
llámanos "atención selectiva a lo
negativo", es decir cuando tan sólo estamos atentos a nuestros
defectos, a lo malo que nos pasa, porque nuestra propia valoración, o costumbre nos predisponen a verlo así. Son
aquellas personas que les pasan cosas, y sólo se fijan en los aspectos
negativos. En la vida pasamos por un montón de situaciones buenas y malas,
jugadas buenas y malas, pero el tema es “a que le damos más prioridad”, que es
lo que nos identifica en la vida: lo bueno o lo malo.
Esta distorsión se
caracteriza por una especie de visión de túnel; sólo se ve un elemento de la
situación con la exclusión del resto, el famoso árbol que tapa el bosque. Son
suposiciones auto-referenciales, en donde se resalta un simple detalle, y todo
el evento queda teñido por este insignificante dato.
Un jugador sale a la cancha
con todo su paquete incluido, lo bueno y lo malo. Es él, el que decide que
poner en juego, sus aptitudes sin miedo a equivocarse, o tratar continuamente
de evitar el fracaso, pues éste cuando sucede, le estaría confirmando lo malo
que es.
El jugador comete errores,
pero debe realizar una rápida retroinformación, entender que es parte del juego,
de la vida, y…“continuar participando”. En el momento en que se para la
capacidad de decisión en encontrar las supuestas razones de error, el más
despierto lo pasa por encima, entregando su juego al rival.
Cuando te sucede esto,
dejálo pasar, confecciona tu auto-diagnóstico, perdonate, y saca una respuesta
positiva de lo negativo.
Hay
que educar a los jugadores en la manera de reaccionar ante el error. Esto
comienza con una buena comunicación con su entrenador, quien lo sabe escuchar,
comprender, volver a enseñar, sin críticas ni observaciones hirientes que
puedan dañar la estima del deportista. Muchas veces, parece ser que la
enseñanza técnica, se olvida de la parte pedagógica del aprendizaje, y debemos
recordar que estamos formando personas para la vida, donde todo no es ganar o
perder.
Hay
muchos deportistas que ya vienen formados, otros necesitan ser modificados y entrenados
en su capacidad de respuesta. También en este aspecto, como
formadores de salud, tenemos que atender los aspectos positivos y los negativos
del deportista, en la busca de una formación global de su persona.
Lic. Julia Alvarez Iguña
eMail: J.iguna@gmail.com
Twitter @IgunaJulia
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