miércoles, 6 de noviembre de 2013

EL NIÑO EN EL RUGBY

Fue casi un NIÑO el que inventó el RUGBY. 
El rebelde Willian Webb Ellis tenía dieciséis años cuando en un partido de fútbol en un Colegio de la Ciudad de “Rugby” (Inglaterra), tomó la pelota con las manos y corrió hasta la meta rival. Así generó este juego de contacto (quienes quisieron detenerlo, debieron enfrentar al hombre), que ahora usa pelota ovalada para privilegiar el juego de manos sobre el de puntapié.

Cuando un niño se acerca a jugar Rugby, busca un montón de cosas y se encuentra con otras que jamás antes había imaginado. El niño que por primera vez toma entre sus manos esa pelota de forma tan extraña, es una personita con muchos caracteres ya definidos. Le gustan los juegos de computadora, pero empieza a relacionarse con sus semejantes. Comienza a inclinarse por el juego colectivo y organizado y le gusta competir. A partir de los diez u once años, busca agruparse: los varones se rodean de varones y las niñas de niñas, necesita conocerse e identificarse con sus pares. Le inquieta compartir roles de grupo.
Paralelamente en lo físico, tiene gran inquietud motora, siempre está en movimiento. Camina, salta, corre, bambolea las piernas, toca, choca, gesticula, etc. Con la misma naturalidad que encaran sus juegos, en esta edad que “son de goma”, aprenden a caer, chocar y tacklear, perdiéndole el miedo a los golpes.

Hay muchos elementos positivos en “el más colectivo de los deportes”. Los jugadores de ambos equipos están mezclados en todo el campo de juego, no los separa una red y están constantemente en contacto entre sí. De este carácter colectivo se deriva la multifuncionalidad; desmistificando aquello de que el RUGBY es sólo para grandotes, podemos decir que más bien se trata de un “Zoológico de Gente”, en el que todos encontrarán su puesto. Las jirafas servirán para saltar, las gacelas para correr, los osos para empujar y los búfalos para chocar. Habrá “águilas” que con su “panorama” guiarán a monos acróbatas, ratoncitos escurridizos, leones poderosos y perros de caza con la astucia de los coyotes. Todos tendrán su trabajo específico y se sentirán útiles en lo suyo.

El niño estará a gusto al tener tantos compañeros dentro y fuera de la cancha, y compartir tantas funciones. En esto aprenderá a compartir tareas y responsabilidades en un verdadero trabajo de equipo.
En el grupo el niño cumplirá una de las etapas clave de su vida: la sociabilización. Pero a la vez que se integra en un grupo, encuentra identidad al asumir para sí una función única que le otorga individualidad. Dicen los que saben que las agrupaciones tienen continuidad en el tiempo cuando le devuelven al individuo algo para provecho propio, cuando lo suyo no queda reducido al anonimato. 
El rugby tiene eso: la amistad de los chicos –luego grandes-, dentro y fuera de la cancha que perdura con los años. 
Como si fuera un gran “Tercer Tiempo” que dura toda la vida.

Autor: José Oviedo / Dibujo: Alta Gracia Rugby (Córdoba).

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