La visualización es una destreza mental de indiscutida utilidad en el mejoramiento de las condiciones y destrezas individuales de cada jugador. Se trata de un eficiente y simple método individual de “simulación”. Es como tener una experiencia sensorial real, pero que tiene lugar, en su totalidad, en la propia mente.
Así como la mente puede recordar vívidamente hechos y recrear imágenes pasadas, también puede representar cosas que no han ocurrido. Así como la concentración es “atención dirigida”, la visualización es “pensamiento dirigido”.
Los pensamientos e imaginación del jugador tienen influencia determinante sobre el comportamiento deportivo subsiguiente, y son más que sobrados los ejemplos al respecto.
Exagerando, hasta se podría decir que “la manera en que un jugador piensa determina la manera en que ese jugador actúa”.
¿Por qué es útil la visualización? ¿Por qué funciona? No hay unanimidad en la respuesta.
Tres son las teorías que tratan de explicar su funcionamiento (Weinberg, Gould):
· La teoría psico-neuromuscular sostiene que, cuando se imagina un movimiento determinado en la mente, se produce actividad muscular en los músculos encargados de llevar a cabo dicho movimiento. Esto también explicaría lo que ocurre en los sueños, en los que una imagen generada exclusivamente en la mente puede complementarse con el movimiento muscular correspondiente (por ejemplo, si uno sueña que está peleando o luchando, puede sacudir o agitar los brazos mientras duerme).
· La teoría del aprendizaje simbólico sostiene que la repetición mental de movimientos que se lleva a cabo en la visualización ayuda a quien la hace a familiarizarse con dichos movimientos (de alguna manera es como si los entrenara), lo cual a su vez mejora su comprensión de los mismos y lo ayuda a adquirir con más facilidad patrones que mejoran su destreza.
· La teoría de las destrezas psicológicas sostiene que cuando un jugador imagina reiteradamente que ejecuta una destreza exitosamente aumenta su autoconfianza y reduce la tensión y la ansiedad al ayudar a ejercer control sobre la destreza mientras la visualiza en su mente.
Sea cual fuere la razón (y seguramente las tres teorías resumen la verdad) es indudable que la visualización funciona. Es cierto que su aplicación ha sido en el pasado más utilizada en deportes individuales (tenis, golf, atletismo, natación, tiro, etc), pero hoy es de aplicación frecuente en todos los deportes. Quién puede negar su utilidad en los lanzamientos al aro en el basquet, en los saques de volley o en las patadas a los palos en el rugby, por citar sólo tres ejemplos en deportes de equipo.
En el rugby en particular, no hay destreza individual que no pueda ser practicada o mejorada con la ayuda de la visualización. Son buenos ejemplos de ello: los kicks de todo tipo, el tackle, el contacto uno contra uno, las destrezas evasivas, el pase.
La visualización es más efectiva mientras más hábil y experimentado sea el jugador que la emplea; sin embargo, es útil para jugadores de cualquier nivel.
Se reconocen dos clases diferentes de visualización, basadas en el tipo de imagen que se genera en la mente de quien la practica:
En la visualización externa, la imagen del movimiento o destreza que se genera en la mente es como la que tomaría una cámara que filma a quien está efectuando dicha destreza mientras lo hace; es la imagen que vería alguien “desde afuera”. Quien emplea este tipo de imagen se ve a sí mismo llevando a cabo el movimiento elegido.
En la visualización interna, en cambio, la imagen del movimiento o destreza que se genera en la mente es la misma que ven los ojos de quien lo lleva a cabo. Es como si la cámara estuviera en su propia frente; tal como uno ve sus acciones en la realidad. Esta imagen es, por supuesto, más fiel y más cercana a lo real; podría pensarse que por ello es más útil, pero no necesariamente resulta así. Además, es más difícil de lograr la visualización interna que la externa.
De todos modos, ambos tipos de visualización son útiles.
Para que las imágenes visualizadas sean efectivas y de utilidad deben tener ciertas características:
· Deben tener nitidez, no ser confusas. Conviene ejercitarse inicialmente con cosas estáticas y concretas; a medida que se noten progresos, continuar con cosas en movimientos simples, para progresivamente llegar a imaginar fielmente movimientos o destrezas más complejas.
· Deben poder ser controladas y dirigidas. Se debe poder llegar a modificar la imagen mentalmente a voluntad. Cambiar la velocidad de la acción, el tamaño de las imágenes, el lugar desde donde se miran (pasar de visualización externa a interna y viceversa, sin perder calidad), agregarle o quitarle elementos, etc.
· La imagen es más útil mientras más completa y compleja es. Mientras más sensorialidad tiene, mejor es. Y así se llega al concepto de “imaginería”, en el que, además de la imagen, se logran reproducir en la mente sonidos, olores o sensaciones táctiles. Si a la imagen del movimiento visualizado (por ejemplo, un tackle con recuperación de pelota) se le agregara el sonido del contacto con el rival o la pelota y del ambiente, la sensación táctil del contacto con el rival, de su camiseta, de la caída al piso, y aún el olor del pasto, por ejemplo, la calidad de esta imagen hace que resulte mucho más provechosa y de ayuda para una efectiva concentración.
· La imagen debe ser realista. No tiene sentido alguno visualizar una situación irreal. El reconocimiento de las posibilidades reales de cada uno y un pensamiento positivo admite visualizar imágenes exitosas, pero siempre dentro de parámetros lógicos. La visualización ayuda a jugar con más frecuencia dentro del máximo nivel posible para cada uno, pero no puede hacer que uno alcance un nivel de destreza que no posee.
Expongamos brevemente un ejemplo de ejercicio de visualización, paso por paso:
Primero: es necesario estar lo más relajado posible. Las técnicas más conocidas (relajación muscular progresiva de Jacobson, relajación central progresiva, yoga, etc), son igualmente útiles.
Segundo: imaginar (visualizar) algo muy simple: un color. Esforzarse hasta poder mantener ese color en la mente de modo inalterable, sin “tentaciones” ni interferencias.
Tercero: visualizar un objeto estático, por ejemplo un botín de rugby. Prestar atención a cada detalle, al color, la forma, la marca, los tapones, las estrías o arrugas, los cordones, etc.
Cuarto: imaginar su textura, el olor del cuero o de la transpiración del pie en su interior, su rugosidad al tacto, la superficie de los tapones, etc.
Quinto: pasar a imaginar alguna destreza que es realizada habitualmente; una que dominemos bien, que no nos cueste.
Sexto: imaginar lo mismo pero en un partido y con un rival identificable, que tenga determinada camiseta y, si es posible, una cara que podamos reconocer.
Séptimo: ahora imaginar una destreza más compleja, o una destreza o movimiento que nos cueste realizar y que no siempre efectuemos con éxito (determinado kick, un tackle, el contacto con el rival, etc.).
Octavo: visualizar lo mismo que en el paso anterior, pero nuevamente en el contexto de un partido, como en el paso sexto. Visualizar la destreza realizada siempre exitosamente, por supuesto.
Esto, como ven, es muy fácil de hacer. Desde ya que inicialmente es recomendable elegir un lugar mínimamente calmo para ejercitar la visualización y la relajación (y por lo tanto para concentrarse); a medida que se uno se va familiarizando con estas sencillas técnicas y las va incorporando a su rutina de entrenamiento, el lugar y el ambiente que rodea a quien lo hace es cada vez menos importante, porque se llega a poder hacerlo casi prescindiendo del entorno; uno mismo se transforma en “su entorno”. Sólo hay que proponerse intentarlo y, por supuesto, ser persistente y disciplinado para ello.
Nada se logra sin esfuerzo y disciplina; pero con esfuerzo y disciplina, todo se logra, más allá del juego de palabras. Practicando un poquito (sólo minutos) cada día, uno se va familiarizando tanto con estas sencillas técnicas que ayudan a la concentración y a focalizar la atención correctamente, que termina siendo algo tan natural como precalentar o elongar antes de los partidos.
Autor: Miguel Alejandro Hernández
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