viernes, 19 de septiembre de 2014

CURVA DE APRENDIZAJE (II)

En nuestro post anterior abordamos la Curva de aprendizaje (Parte I).

Presentamos la segunda etapa.
Los autores Seymour y O’Connor señalan las cuatro etapas del aprendizaje:

Incompetencia inconsciente (No sé qué no sé).

- Incompetencia consciente (Sé qué no sé).

- Competencia consciente (Sé qué sé).

- Competencia inconsciente (No sé qué sé).

En la primera etapa, no solamente no se sabe algo, sino que tampoco se sabe que no se sabe. Luego, al hacerse consciente la ignorancia, comienza el aprendizaje. Ahí se descubren las limitaciones. Todo es difícil en esta etapa, pero es cuando más se aprende.

Al llegar a la competencia consciente, se adquiere habilidad, pero no el dominio, que se dará en base a experiencias repetidas. En la última etapa, la de la competencia inconsciente, se incorpora todo aquello que tanto costó aprender. Allí la habilidad se hace automática porque ha quedado incorporada al inconsciente.
Si uno practica algo durante un tiempo suficiente, alcanzará esta cuarta etapa y creará hábitos. En este punto la habilidad ejercitada se ha convertido en inconsciente. Sin embargo, puede ocurrir que los hábitos no sean los más efectivos para realizar esa tarea. Nuestros filtros pueden habernos hecho perder alguna información importante en nuestro camino hacia la competencia inconsciente.

Saber cuándo salir
Para entender mejor la idea del bucle vamos al ejemplo de que tengamos que hacer alguna técnica (un pase, una patada, un tackle, etc.) y entonces empezamos y luego corregimos y se vuelve a empezar. Puede suceder que se nos pase el tiempo modificando y corrigiendo ya que al transcurrir este vamos sabiendo más o teniendo elementos nuevos que incluir y nunca termina la obra pues se fue el tiempo en esas modificaciones: dando vueltas, sin avanzar, tratando de conseguir algo perfecto que acaba por no ocurrir.
Es necesario saber que uno se acerca al modelo ideal o idóneo, por aproximaciones, para no caer en una trampa que impida la culminación de una tarea. Hay que corregir lo mejorable, desde luego, y entonces pasar al siguiente momento: valorar, ponderar los cambios y salir. Este modelo que como vimos se conoce con el nombre de TOTE explica cuándo debemos salir del bucle: cuando nuestro objetivo se ha cumplido razonablemente.
Claro que el éxito depende del número de opciones de comprobación de que se disponga: la flexibilidad de conductas, variedad de requisitos conocidos, y otros más que vayamos identificando. Porque mientras más elementos tengamos se podrá facilitar la articulación del proceso en diversas situaciones.
De este modo, el viaje que hacemos del estado actual hacia el estado deseado, no tendrá forma de zigzag, sino de espirales. Hay que mencionar que es probable que haya bucles menores dentro de un bucle mayor, que son correlatos de objetivos menores que podemos alcanzar dentro del alcance de un logro mayor.
En este modelo de aprendizaje es que se contextualiza la utilidad de los errores puesto que son resultados que uno no quiere y pueden emplearse como información ventajosa que nos da noticia (que desconocíamos) del fenómeno para acercamos más al objetivo, resultado o logro esperado.
Habitualmente a los niños se les enseñan muchos contenidos y que olvidan la mayor parte de esos temas. Aquí cobra importancia las diferencia entre la información y el conocimiento, ya que no puede verse el proceso educativo como una transmisión de conocimientos del maestro al alumno (del recipiente lleno al recipiente vacio), sino como una interacción en la que el maestro facilite que el alumno aprenda, no como algo que se prescribe ('inyectar') sino como una alquimia en la que se inicia al aprendiz a que él mismo recorra el camino de su propio conocimiento.
El maestro es el guía, pero no puede hacer el viaje por el otro, sino que hacen juntos el viaje. Aprender a aprender es una habilidad de nivel superior respecto a aprender solamente un asunto particular en un medio o hábito.
Eso de que "yo solo sé hacer esto y eso..." es el resultado de una formación histórica (en lo individual y en lo colectivo) que da como resultado el carácter reduccionista y rasgo excluyente que en ocasiones vemos en el perfil conductual de las personas (profesional, laboral, social, etc.). Una manera rápida y efectiva de aprender es optimizando nuestra percepción.
Se cree de modo generalizado que aprender y cambiar son procesos lentos y dolorosos, de mucho trabajo. Eso, se nos ha grabado como cierto y es una falacia. Podemos cambiarlo por otra verdad como lo demuestra la PNL.

¿Retroalimentación positiva o retroalimentación negativa?
Cuando nos encontramos en IC, necesitamos la creencia de que podemos aprenderlo. Durante la fase de CC, la creencia de que podemos aprender nos motiva para que los comportamientos durante el proceso de aprendizaje sean efectivos. Pero existe una retroalimentación permanente entre las creencias y esas conductas. Si fracaso en algún intento, la creencia se desvanece. Y si la creencia se desvanece, entonces las conductas también. Y de esta forma podemos llegar a entrar en un ciclo de retroalimentación hacia el fracaso.
Lo que debemos hacer es, basándonos en los presupuestos de la PNL, entender que si una conducta no se dio como esperábamos, es un aprendizaje, y de esta forma reforzar nuestra creencia para que refuerce nuestras próximas conductas. De esta forma invertimos el ciclo de retroalimentación hacia el lado positivo.

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