El rugby continúa su evolución en
los aspectos referidos al juego. Se modifican los reglamentos en función de un
juego más fluido y más divertido. Se modifican las técnicas, acompañando el
cambio reglamentario y buscando un nivel de eficiencia superlativo. Se
capacitan los entrenadores, buscando el mejor camino para la enseñanza. Se
modifica y adecúa el referato y la tecnología aplicada a esta función. Todos éstos
cambios se generan con la idea de mejorar el juego.
Lo que se sigue manteniendo en gran
parte del planisferio y sobre todo en Sudamérica es una estructura y un
espíritu amateur. Un sinfín de gente que,
de manera colaborativa, se desempeña como entrenador, manager, dirigente,
referí, participando de diferentes aspectos del juego y de la vida del club.
Debe ser un caso paradigmático, ya
que es uno de los pocos deportes, no sé si el único, en el cual la mano de obra
calificada, léanse los entrenadores, no son profesionales de la educación. Sólo
una minoría son profesores o licenciados en educación física.
No es una cuestión de comparación, o
de debatir si es mejor una estructura o la otra, no es que tienen que ser todos
amateur o todos profesionales. Creo yo que pueden convivir los dos sistemas y
que depende en gran medida de la filosofía, la idiosincrasia y los objetivos
del proyecto de cada institución.
Desde mi experiencia, se necesitan
de las dos estructuras, y que las mismas sean complementarias y se
retroalimenten.
Esta afirmación, obliga a una
explicación y una comparación con otros deportes. En Argentina por lo menos los
deportes de conjunto, como fútbol, básquet, volley, hockey, handball, cuentan
con entrenadores rentados y en su gran mayoría docentes. En el rugby la
situación es inversa.
Independiente de la filosofía de los
diferentes deportes, referidos al profesionalismo de los entrenadores, desde mi
óptica surge el siguiente análisis. Mientras que una categoría infantil,
juvenil o plantel superior de cualquiera de los deportes nombrados anteriormente,
se compone por un número fijo de jugadores; 12, 15, 20, etc.; en el rugby un
año se pueden tener 30 jugadores, otro año 40, 50, 60 etc. Esto genera que los
clubes de rugby, optimicen los recursos que disponen en cuanto a los profesionales
rentados.
Generalmente se encargaba al
profesor de educación física los proyectos de preparación física. Hace ya unos
20 años que se ha comenzado a planificar la incorporación de docentes en el
ámbito del juego y la capacitación de entrenadores. Recurriendo a
profesionales, venidos en su gran mayoría de los profesorados de educación
física.
Como mencioné anteriormente, no todo
es negro o blanco. El rugby, continúa
con su idea de la transmisión de la mística, los valores y el sentido de
pertenencia al club. Aspectos que son de vital importancia para este deporte y
sus jugadores. Todos podemos transmitir la técnica, la táctica, los valores. Lo
que si queda para la propia gente del club, es la transmisión de la mística y
el sentido de pertenencia. Como profesional puedo transmitir valores, conocimiento,
técnicas, etc., lo que no voy a poder transmitir es lo que significa ponerse la
camiseta de tal o cual club. Como sucede en otros ámbitos, en los cuales los
más viejos transmiten por medio de relatos, a las nuevas generaciones, las
tradiciones y vivencias. Y eso se debe transmitir de generación en generación.
Pero acá surge otro tema, dentro de
las características del rugby, el mismo es un deporte de contacto, lucha y
combate. Esa estructura amateur con la mucha o poca capacitación que tiene,
colabora en la enseñanza y formación de los jugadores. Esto ha sucedido desde
que el rugby es rugby. En muchos casos no se cuentan con las herramientas
necesarias para enseñar un tackle, un scrum o un ruck, de manera que se logren
minimizar las situaciones de riesgo que este tipo de deporte conlleva. Algunos
entrenadores se dejan ayudar y otros creen saberlo todo.
Haber jugado al rugby, no quiere
decir que uno esté capacitado para enseñar este deporte. Es importante tener
una visión más pedagógica, que nos permita iniciarnos en la formación de
futuros jugadores.
En mi opinión las dos estructuras
deben convivir mancomunadamente. Si utilizamos sólo una, esto puede ir en
detrimento del proyecto. Si utilizo sólo la estructura profesional, puedo
descuidar la transmisión de mística y pertenencia al club. Si nos apoyamos sólo
en entrenadores amateurs, faltará el enfoque pedagógico y didáctico.
La idea es que se una convivencia
mixta, donde las dos estructuras caminen de la mano y donde haya una
retroalimentación constante. Siempre se
puede aprender algo del otro. En la medida que se logren formar un equipo de
trabajo se enriquecerá el proyecto. Donde un entrenador amateur puede saber mucho
del juego de backs, el profesor de educación física puede complementar este
conocimiento con su aporte metodológico.
Para que esto suceda todos los
integrantes del proyecto, deben entender que se trabaja en equipo. Que hay un
proyecto general que es propio del club y que está por delante de todos los
pequeños proyectos individuales.
Darío Salluzzi | Licenciado en Educación Física | Email: dario.salluzzi@gmail.com
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