De la misma forma que se puede decir que la motivación debe encontrarse presente en lo más profundo de un deportista, para poder recurrir a la misma en los momentos difíciles y encontrar en ella a un aliado, en el caso de la desmotivación ocurre lo contrario. Debe mantenerse siempre bajo control, ya que se encuentra siempre al acecho para bloquear el delicado equilibrio de un campeón.
MOTIVACIONES PRIMARIAS Y SECUNDARIAS
Por motivación se puede entender la causa de un comportamiento, es decir, aquello que puede determinar las manifestaciones de fuerza, dirección y resistencia. A menudo se emplean otros términos muy comunes, como necesidades, instintos, motivos, deseos etc., para expresar las acciones del individuo. Por eso, se considera que los motivos y las emociones contribuyen a incentivar el impulso que se debe poner en marcha.
La motivación puede definirse como un factor dinámico del comportamiento animal y humano que tiene como fin activar y dirigir un organismo hacia una meta (Dalla Volta,1974). Formalmente, según su origen, se distinguen motivaciones primarias (de supervivencia, viscerales...) y motivaciones secundarias (sociales, psicogénicas...). Además, pueden ser conscientes o inconscientes, simples o complejas, transitorias o permanentes y, finalmente, superiores, como lo son los ideales o los modelos existenciales que cada uno asume para su propia realización.
De la relación de la teoría de la homeostasis – los organismos tenderían a mantener constante su mundo interior mediante las adaptaciones, que sirven como contrapeso ante los efectos del mundo exterior (Cannon, 1929) – con la teoría evolutiva – la supervivencia dependería de la adaptación del individuo al entorno (Darwin, 1859) – surge (Hull, 1943) la teoría de la supervivencia (o de los estímulos - pulsiones). En resumen, el comportamiento se desarrollaría atendiendo a las necesidades fundamentales para la supervivencia, modificándose de acuerdo a estas mismas necesidades.
El hambre, la sed, la sexualidad y la elusión del dolor, conceptos estrechamente ligados a la supervivencia, constituyen las pulsiones primarias (fig. 1.1). Para Hull, el término pulsión está relacionado con un aspecto biológico primario que tiene origen en el momento en que se crea una privación fisiológica. Por ejemplo, en el caso de estímulos - pulsiones periféricas, como la sensación de tener la boca seca, se produce una incitación a la actividad, o aspecto energizante, que disminuye cuando la necesidad se reduce. El comportamiento, ya sea innato o aprendido, no persistirá hasta que se alcance el objetivo meta. Esta meta resulta ser proporcional al número de horas que se ha sufrido esa privación específica.
Al resultar insatisfactorias las teorías sobre las pulsiones primarias, se ha construido otra (Oliverio, 1986) relativa a las pulsiones secundarias. Todo comportamiento se deriva de un motivo y es el instrumento para calmar las distintas necesidades, sin las cuales los animales permanecerían inactivos, puesto que el comportamiento no es más que un medio para alcanzar un fin.
A continuación se exponen tres teorías alternativas:
- 1) La teoría del incentivo. El comportamiento es producto de la anticipación de los acontecimientos de refuerzo. Variando la cantidad, calidad e inmediatez de la recompensa, se obtendría una modificación del rendimiento, que puede ser interpretada en relación con la anticipación de una recompensa mayor basada en el recuerdo de experiencias anteriores. Los efectos unidos a la privación no se deben a un aumento de la necesidad, sino a un aumento del valor del incentivo debido a la meta. El comportamiento, entonces, dependería de los estímulos internos o de los externos, relacionados con experiencias anteriores. La motivación dependería de la interacción entre la actividad nerviosa producida por un determinado estado fisiológico y la actividad nerviosa central producida por ciertos estímulos ambientales (Bindra y Stewart, 1970). El resultado de la combinación de estimulación externa e interna se define como estado de motivación central (central motive state), es decir, la meta como fin, atribuyéndose intenciones y expectativas.
- 2) La teoría del refuerzo. En vez de buscar qué motiva a un individuo, es preciso buscar qué refuerza su comportamiento (Skinner, 1938). En los organismos se establecen expectativas de recompensa. El sistema catecolaminérgico, mediante el envío de proyecciones a la cabeza, puede constituir el elemento de unión entre la recompensa y las expectativas que se verifican durante el aprendizaje (Bolles, 1976). Si se destruyen el área hipotalámica lateral o las vías dopaminérgicas, se provoca la indiferencia a los estímulos sensoriales, por lo que el sujeto ignora los estímulos de incentivación.
- 3) La teoría de la activación. La activación y la motivación son equivalentes (Malmo, 1978). La activación se ve, en ocasiones, determinada por estímulos internos y externos. Este mecanismo implica la acción del sistema reticular de activación, con el consiguiente aumento de la actividad cortical general. Todo esto, en base a los estímulos recibidos, lleva a distintas respuestas comportamentales sobre el plano de la motivación (fig. 1.2).
Sobre el plano psicológico, cada escuela ha hecho su contribución al análisis de la motivación.
La teoría psicoanalítica identifica la motivación inconsciente |en relación con las pulsiones sexuales y agresivas. Para Adler (1920), el motivo principal del comportamiento humano es la compensación del sentido de inferioridad determinado por déficits morfológicos, funcionales o por experiencias psíquicas. Jung afirma que, en la base de la motivación, existe un deseo de autorrealización que se traduce en un proceso de identificación con quien ya ha alcanzado un buen nivel de adaptación, o en un proceso de adaptación en quien aún no lo ha alcanzado. Según Young (1976), el comportamiento se vería motivado por un principio hedonista dirigido a maximizar los procesos afectivos de tipo positivo y a minimizar los de tipo negativo.
La teoría cognitivista denomina motivación a aquello que activa un comportamiento hacia un fin cuyo alcance implica: a) un plan para realizarlo y b) un buen nivel de aspiración, que no debe ser ni demasiado alto ni demasiado bajo, con el fin de conseguir una participación efectiva del Yo. La elección meditada de los objetivos evita un probable fracaso causado por tareas extremadamente simples, y por tanto poco atractivas, o por tareas extremadamente complejas, que podrían llevar a un fracaso seguro.
La teoría de la autorrealización ve la motivación como el proyecto de la realización del Yo. El hombre se propone alcanzar un fin, aunque no esté obligado a hacerlo. La motivación es relativamente independiente tanto del estado orgánico como de la condición de necesidad. Para Murray (1978), existe una distinción neta entre motivaciones dependientes e independientes, es decir, entre un estado de necesidad y un estado de carencia que se debe satisfacer. Según Lewin (1965), Fromm (1975) y Binswanger (1987), en la base de la motivación humana existen algunos aspectos importantes: la necesidad de afiliación, que es el deseo de ser amado y aceptado por los otros; la necesidad social del poder, es decir, asegurarse prestigio y posición de control, y la necesidad de realización, que consiste en la diferenciación del ser individual con respecto al grupo y en el éxito social.
Juan Francisco Jácome
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1 comentario:
¡Muy interesante! Gracias por compartir :)
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